martes, 14 de junio de 2011

Artículo de Rodolfo Cerdas

Ojo Crítico

Rodolfo Cerdas Cruz | 12 de Junio 2011

En política exterior, Costa Rica continúa dando tumbos. Como si no bastaran los graves desaciertos cometidos, sin resolver ninguno de los problemas anteriores, ahora estamos entrando a lo que podría llamarse la etapa
salvadoreña de las pifias.

En la reciente reunión de la inservible OEA en El Salvador (ya vimos para qué sirvió en lo de isla Calero), nuestro Gobierno propuso reactivar de algún modo el TIAR, de tan triste memoria, para extrañeza y rechazo de la
mayoría de países del continente, que tienen no solo malos recuerdos y reticencias sobre esa entidad, sino que vieron su inutilidad, naturaleza y objetivos, cuando la guerra de Las Malvinas, en que los EE.UU. se pusieron
del lado del Reino Unido.

Pero además de ese desacierto, hizo una propuesta sibilina, de esas que, sin decir nada, dicen mucho, sobre posibles cambios en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Es significativo y altamente sospechoso
que de ello la sociedad nacional, las organizaciones de la sociedad civil y los partidos políticos, no hayan tenido la menor idea de en qué consisten, qué es lo que se busca con ellos y de dónde y cómo surgió la impensada salida, tan riesgosa como inesperada. Si se le suma a ello el nombramiento del nuevo embajador en La Habana y el eventual clima que hallarán en la embajada tica los disidentes del régimen, surge no tanto la idea de una peligrosa conspiración, orientada a debilitar los logros en derechos humanos de la comunidad interamericana, sino una burda improvisación más de la Cancillería, que se disuelve en ocurrencias.

El ambiente en la región no está para improvisaciones sobre reformas a la defensa y protección de los derechos humanos. Cualquier propuesta debe contar con un amplio y sólido proceso de consultas y reflexiones internas,
para tener una fuerte base de apoyo intelectual, social y político. Supone una intensa negociación regional que las haga viables. Y en tercer término, no unirlas a propuestas polémicas y hasta peligrosas para el resto de la
región, que pueden afectar temas fundamentales, como el principio de no intervención y la libertad de prensa, hoy tan amenazada en nombre de los derechos humanos.

Finalmente, seguimos montados en la carroza fúnebre de la unión regional para combatir la droga y el crimen organizado. Los cables de WikiLeaks casi nos dicen que de quienes hay que cuidarse primero en la región es de los
políticos más poderosos y de los más altos militares y jefes policiales del Istmo. Pero como la consigna es revivir de algún modo las nefastas guardias nacionales que plagaron el Caribe con Somozas y Trujillos, con una especie
de neo-Condeca, allí nos está lanzando este Gobierno.

La Cancillería está a punto de convertirse en el puente de la platina de la política exterior costarricense.

(*La Nación*)

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