martes, 30 de noviembre de 2010

UN MENSAJE A LA CONCIENCIA "VIVIR DE PRESTADO"

27 nov 10
*VIVIR DE PRESTADO* por el Hermano Pablo

Durante dos años y medio se dio la gran vida. Compró ropa fina en la tienda
Harrod's de Londres, una de las más caras del mundo. Cuando voló en avión,
lo hizo siempre en primera clase. Visitó todos los lugares turísticos de
Europa. Se alojó sólo en hoteles de cinco estrellas y pagó fiestas suntuosas
para todos sus amigos.

Sin embargo, a los dos años se le acabó de golpe esa gran vida. Mark Aklon,
de dieciocho años de edad, tuvo que rendir cuentas a la justicia por haber
hurtado la tarjeta de crédito de su padre, un millonario inglés. Debía a la
tarjeta nada menos que setecientos cincuenta mil dólares. Locamente había
«vivido de prestado».

Desgraciadamente, el caso de este joven inglés no es único. Tuvo la suerte,
o la desgracia, de ser hijo de un padre muy rico y de llevar su mismo
nombre. Durante más de dos años vivió a lo rico con amigos y amigas,
paseando por casi toda Europa. Hasta que un día todo se le acabó. La tarjeta
fue cancelada.

«Vivir de prestado» significa vivir usando algo a lo cual no tenemos
derecho. Significa vivir con lo que no nos hemos ganado con nuestro propio
esfuerzo o por nuestros propios méritos. Un hombre al cual se le hizo un
trasplante de corazón, y vivió ocho años más, dijo: «Estoy viviendo de
prestado», y tenía razón. Esos ocho años extras de su vida fueron un
préstamo.

La humanidad entera está viviendo de prestado. Vive a crédito. La vida que
todos recibimos al nacer no es realmente una vida propia. No somos nosotros
mismos autores de ella. Es una vida prestada, que Dios nos presta a cada
uno, dándonos con ella voluntad propia. Podemos usarla obedeciendo las leyes
divinas u obedeciendo antojos egoístas.

La salud, la inteligencia, la capacidad de trabajo, los días de nuestra
vida, todo eso no es realmente nuestro. Es algo que nuestro Creador nos ha
prestado, como quien invierte capital en una empresa y espera recibir
créditos de la inversión.

Esa es la vida nuestra. Llegará el día cuando nuestro tiempo se acabará y
Dios reclamará lo que es suyo. En ese día tendremos que devolver el aliento
que Él nos dio. Por eso es importantísimo que ahora, en vida, nos
preguntemos: ¿Qué le presentaré entonces a Dios? ¿Una vida pecaminosa,
destrozada, contaminada e inútil, o una vida recta, decente, honesta y
limpia?

En humilde contrición, digámosle a Cristo que aceptamos su muerte en el
Calvario en sustitución por nuestros pecados. Él entonces nos presentará
ante su Padre en calidad de personas regeneradas por su sangre preciosa. Esa
es la vida que Dios aceptará.

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