jueves, 24 de marzo de 2011

Vigencia del Memorándum

Vigencia del Memorándum

José Merino del Río

Los cables WikiLeaks tienen el poder de la autoridad que confirma. No revelan nada que no supiéramos o imagináramos sin delirio conspirativo, sino ateniéndonos exclusivamente al análisis de los acontecimientos y de la larga experiencia acumulada.

Lo que no dicen los cables, seguramente porque esos se clasificaron como “máximo secreto”, es la participación que evidentemente tuvieron agentes estadounidenses encubiertos bajo el manto diplomático, en la elaboración y ejecución del llamado Memorándum del Miedo. Es una verdad que ciertamente se desprende de la lectura atenta de los mismos cables hasta ahora publicados, donde los funcionarios estadounidenses se jactan de tener “empotrados” en los altos poderes del Estado costarricense a un pequeño ejército de informantes y servidores solícitos, con los que día a día monitoreaban las acciones e iniciativas contra los adversarios del TLC.

¿Alguien puede pensar cuerdamente que esa relación carnal no incluyó la concepción y puesta a punto del Memorándum?

Si recordamos cómo se desenvolvió la campaña a favor del TLC y contrastamos los hechos de entonces con los cables que conocemos hoy, ¿no les parece evidente que el director de orquesta era el señor de la Embajada? Controlaba, regañaba, sugería, se irritaba ante una “democracia disfuncional e hiperlegalista”, mientras los jefes criollos que aplicaban en el terreno las recomendaciones del Memorándum, obedecían e incluso se peleaban por ver quien era el primero en llevar a Pavas las mejores noticias o en denigrar a sus mismos correligionarios para ascender en la escala de los felpudos.

Pero lo inquietante y peligroso es que poco ha cambiado. El Memorándum no es cosa del pasado, se sigue aplicando, constituye una especie de Manual de Instrucciones para enfrentar a los opositores y defender con todas las armas disponibles los privilegios de unas élites plutocráticas que conspiran contra nuestra democracia y nuestros derechos.

Seguramente el núcleo duro de ese Manual hay que buscarlo en la batería de iniciativas propuestas para “Estimular el miedo”, ahí está el eje de una política criminal innoble y antidemocrática: “…es crucial convertir al NO en equivalente de la violencia y la deslealtad con la democracia…nadie está dispuesto a morir por el libre comercio, pero tal vez sí por la democracia ”, dice el Memorándum. Después viene una clasificación de los miedos e instrucciones para estimularlos, sobre todo, dicen, “entre la gente más sencilla, que es donde tenemos los problemas más serios”, es decir entre el pueblo de a pie, la inmensa mayoría de nuestra sociedad a quien desde este poder delictivo se desprecia tanto como se teme.

Sabemos hasta dónde estaban dispuestos a llegar. Hablan incluso de “morir”, y ¿qué hubiera ocurrido si en aquel cónclave del que nos informa hoy el ex ministro Berrocal, hubieran vinculado al No —al menos la mitad del pueblo de Costa Rica— con el narcotráfico? Lo desecharon finalmente, pero lo espeluznante es que llegaran a considerarlo siquiera como posibilidad real.

Hoy vemos brotes del Memorándum por todos los lados. Desde el intento de un grupo de diputados del PLN, del PUSC y del Libertario —nostalgia por el G-38— de silenciar la voz del diputado José María Villalta contra los abusos y la corrupción, hasta el reclutamiento de conocidos mercenarios de siempre para calentar el odio y el miedo contra los adversarios de Crucitas o la privatización de JAPDEVA, del agua, de la energía y de las telecomunicaciones, o contra los que denuncian la corrupción de las concesiones, sin olvidar la permanente criminizalización de las protestas sociales contra la injusticia, la violencia y la corrupción.

El Memorándum debía ser editado y distribuido masivamente en los centros de estudio y de trabajo, en las comunidades, para analizarlo y discutirlo como un documento de alto valor cívico, porque nos muestra cómo se ejerce el poder hoy en Costa Rica y cómo se agreden nuestras libertades y derechos. De esa lectura y debate de un documento que en su ignominia nos confronta también con la realidad, puede surgir una contribución necesaria a esa pedagogía colectiva liberadora que nos ayude a indignarnos y a defender nuestra democracia amenazada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario