miércoles, 30 de marzo de 2011

Artículo por publicar

Oscar Mario Solano. Cédula 2-356-127
Médico.


Dedicado A Carlos José Soley y al Dr. Álvaro Suárez Mejido.


Del Estadio Nacional al Hospital San Juan de Dios


Administración pública como vocación de servicio o poder político desorbitado.

O lo que es lo mismo, de “la catedral del futbol” a la selección y solución de las prioridades “prioritarias”.

Oscar Solano Aguilar, Médico.


Esperaba éste ciudadano que el tema fuese introducido quizá. Tomándole la palabra a la Señora Ministra de Salud que lo mencionó, aprovechamos la oportunidad para contrastar necesidades versus conveniencias políticas.

Del costo en el mantenimiento de la obra, dicen que 100 millones de colones mensuales, a excepción de la contradicción entre la recomendación de recortes presupuestarios en el sector público y ese costo que administrarán, dicen que privadamente, no diré más. Sigamos siendo el pueblo “más feliz del mundo”. Sin conciencia. Por eso feliz.

Considerando impacto, necesidad y prioridad, pero también interés, lo cierto es que, las de los políticos que es inflar egos, tener presencia y “trascendencia”, no suelen coincidir con las requeridas para beneficio común de la población que debería guiar sus decisiones. Digo, sí esto último fuese la “razón pura” por la que convencen para que les elijan.

No es así. Priva más el impacto en la imagen y la perdurabilidad del “genio creador” en una placa visible, según lo aprecie la masa.

De lo demás que se encargue la mercadotecnia. El “inconsciente colectivo” pone lo suyo.

Los fanáticos que son parte del pueblo (pero no son el pueblo) bien se merecen una catedral para apreciar el juego de bola. Pero sobre todo para canalizar frustraciones. O más bien para trasladarlas a las efímeras ligadas a los resultados por el mal juego de estrellas fabricadas, ídolos encumbrados y malos administradores del deporte que ahora son brillantes administradores.

Lo real de esta realidad “esquizofrenizante” es que, el San Juan de Dios con sus 165 años de existencia en el mismo edificio bello arquitectónicamente, pero funcionalmente enfermo, como dice la señora ministra requeriría ser nuevo como solución definitiva y correcta. En su decir, deberíamos cambiar el auto –aunque fuese un clásico- por uno nuevo. Más caché. Supongo.

Pero… (Siempre hay un “pero”) por la extensión del terreno necesario y el costo o “gasto” como llaman a invertir en obra y servicios públicos quienes se guían según los manuales de los organismos internacionales que preconizan
lo contrario: es irrealizable. Por inviable financieramente.

₡41 749 000 000 . Ese es el monto de ésta –ahora sí- inversión, por la que habrán visto a Chaquira y Mesi quienes al menos ¿podían? pagar una entrada. Además la oportunidad de ver entre esos “ídolos” a tantos perfumados en el
palco de honor. Luego, completar la faena democratizadora. Toda la ciudadanía les verá ante las cámaras y las lentes que nos los transportan a los primeros planos. No se puede negar. Todo un acontecimiento.

¿Cómo cuantos hospitales San Juan de Dios se hubiesen construido con esa enorme suma?; en cuánto tiempo ya que del diagnóstico y resolución de cuestiones “sustantivas” no pasamos en años.

Empeorando las condiciones de tránsito asfixiante en los días que no lo han sido por haberlo construido en el mismo sitio, de acuerdo (solo aritméticamente) que “35 mil 70 espectadores cómodamente sentados” de cada vez en cuando, son más que 14000 mil que hacen fila para tratar su agobiante situación de salud. O se han salido de la fila ¿a qué costo? económico, humano y social.

Más si “el mundo no está patas para arriba”, el acto por el que se rompió relaciones con otro país que también “daba almuerzos que no suelen ser gratis” se ha constituido así en uno del más evidente proxenetismo.

Las preguntas finales serían: ¿será acaso preferible mantener a la gente con los ánimos exaltados “viendo para el ciprés”, que haberlo hecho por un acto menos relevante para mercadear imagen?

Pero trascendente. De mayor relevancia e impacto en la calidad de vida de enfermos, familia y sociedad como un todo. Vital diríamos. Garantizando atención humana, oportuna y necesaria. Así, llevar felicidad auténtica por
la salud recuperada o la muerte evitada de nuestros hermanos y hermanas. O al menos, atender en condiciones más dignas para mitigar el dolor de la enfermedad o la partida de nuestros seres queridos. ¿Lo esencial o lo
conveniente? ¿Quién elige? ¿En nombre de quiénes? ¿Por qué así? ¿Cuáles las consecuencias? ¿En favor de quienes?

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