jueves, 24 de marzo de 2011

Columna "Pensamiento Crítico" en El País

POR QUÉ "NO" AL PLAN FISCAL: El trasfondo ideológico (I)

José Luis Vega Carballo
Fuente: elpais.cr | 23/03/2011
Columna "Pensamiento Crítico"

El plan debe rechazarse porque parte de un falso dogma neoliberal: que la gran recesión global del capitalismo -que también la padecemos en Costa Rica desde el 2007- es causada y ahora agudizada por el déficit fiscal o brecha entre ingresos y egresos del gobierno central. Y detrás del déficit lo que existe es un excesivo gasto en servicios sociales (educación, salud, vivienda, asistencia a familias, etc.), todos ellos manejados por una ineficiente y abultada planilla de funcionarios con altos sueldos y llenos de privilegios impuestos por presiones sindicales. Por tanto, para detener la crisis y emprender el camino de la recuperación, deberán reducirse los gastos operativos y laborales del Estado en esos campos a como haya lugar; o bien aumentar impuestos en beneficio de esa inútil y frondosa burocracia y de los sindicatos.

Según esta tesis, nada importa si para reducir el gasto hay necesidad de despedir empleados y reducir sus derechos laborales, aumentando el desempleo y precarizando el mercado laboral en medio de la recesión; o que se deban deteriorar aún más, y hasta suprimir, servicios públicos y ayudas que benefician a las clases medias y trabajadoras, así doblemente castigadas por el paro (lado del mercado laboral) y el social (lado de los servicios públicos del Estado de Bienestar). Tampoco importa si, al subir los impuestos, también con la intención de equilibrar las finanzas del gobierno, se golpea a los bolsillos de esas mismas clases, como eternas víctimas que son de todo gobierno sediento de recursos frescos y, de paso, se les reduce su capacidad de consumo y el nivel de vida al disminuir su poder adquisitivo por el alza de los impuestos, especialmente el más regresivo: el de ventas o al valor agregado.

En primer lugar, nótese que en esta visión se echa la culpa de la crisis y/o de una lenta recuperación de las economías de mercado, a los trabajadores del sector público, principalmente a los de educación y salud, mientras se exonera de toda responsabilidad a la banca y al sector financiero, cuyas especulaciones bursátiles incontroladas fueron la verdadera causa que condujo a la gran recesión económica. Se llega así a construir una distorsión de los hechos, para no decir una descarada mentira, de la cual hacen coro tanto el imperio mediático de la des-información, como una batería de centros académicos neoliberales que vienen respaldando una fuerte ofensiva del capital financiero internacional en contra del Estado de Bienestar; y que son los fabricantes de una larga fila de dogmas, tergiversaciones y abiertas falsedades, como las antes mencionadas, con los que la derecha ha estado promocionando y realizando su llamada "revolución neoconservadora" desde los años de 1980. Por eso. Habrá que irlas examinando aquí, en la medida que constituyen supuestos de los que parte el Plan Fiscal salido de ministerio de Hacienda y porque, además, también forman parte del discurso del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial en materia de ortodoxia fiscalista.

En segundo lugar, cabe destacar que esta falsa visión deriva de profundos prejuicios ideológicos desarrollados en un contexto de división y lucha de clases donde se d producen brutales ataques del capital contra el trabajo y el Estado Social de Derecho (o Estado de Bienestar), algo que nos lo explica muy bien Bernard Cassen, al señalar que sin el menor apego a la ciencia y a los hechos demostrables, sino "por ideología, los liberales son hostiles a los funcionarios y demás asalariados del sector público. En primer lugar, porque privan al sector privado de nuevos espacios de lucro; en segundo lugar porque, protegidos por su estatuto, pueden ser socialmente más combativos que sus compañeros del sector privado, hasta el punto de que, a veces, hacen huelgas 'por delegación´ y representan a trabajadores del sector privado que no pueden hacerlas. Esta solidaridad es la que los gobiernos quieren destruir a toda costa para reducir la capacidad de resistencia de las poblaciones contra los planes de ajuste y de austeridad implementados en toda Europa. Los déficit públicos constituyen así un pretexto inesperado para modificar las relaciones sociales conflictivas en detrimento del mundo del trabajo."(Ver: "Guerra contra los funcionarios", Nuestro País digital, 10-03-2011)

En tercer lugar, según esa prejuiciada tesis que imputa la causa de la crisis a los trabajadores y a los sobredimensionados presupuestos de las instituciones públicas -la cual, como dijimos, repiten como loros a diario las grandes cadenas des-informativas-, el sector empresarial productivo es presentado, por un lado, como un actor económico sacrificado, despojado de recursos vía pesados impuestos que mejor dedicara a inversiones generadoras de empleo (de ahí la idea de hacerle rebajas y devoluciones de impuestos o mayores exoneraciones); y, por otro, como un actor inhibido de poderlos aprovechar para invertirlos en actividades productivas generadoras de empleos y otros beneficios, porque se lo impide otro actor político de baja calaña e inclinado al populismo, como lo es el Estado de Bienestar, intervencionista e irracional, que acapara y usa ineficientemente esos recursos para financiar servicios públicos muy costosos, que mejor se trasladaran a manos privadas. Esto -su privatización- evitaría el despilfarro y, sobre todo, el tener que cobrar altos impuestos para pagar jugosos sueldos a los empleados que dispensan los servicios, desde maestros y médicos hasta policías y bomberos.

Aquí se esconde la idea de un supuesto juego de "suma-cero" donde lo que consume el actor-Estado (en especial sus empleados) aparentemente lo sustrae del actor-privado empresarial; y éste entonces pierde la oportunidad de utilizar lo que se le quita para crear empleo productivo y agregarle auténtico valor de mercado. Una visión que define a los dos actores del juego como si fueran compartimentos aislados, auto-contenidos e impermeables uno con respecto del otro; lo cual por cierto contradice de plano lo que el Banco Mundial y el propio ministro de Hacienda vienen sosteniendo: que los gastos sociales en salud, educación, vivienda y asistencia familiar no son tales, sino que deben contabilizarse como verdaderas inversiones productivas (incluidos los pagos de planilla, sin los cuales no se podrían brindar los servicios a los usuarios).

Pero resulta que, en los hechos, no hay tal inversión social productiva para los neoliberales y para los demás fiscalistas ortodoxos, sino solo paternalismo, despilfarro de los impuestos y elevados costos de oportunidad y externalidades, todo lo cual se traduce en menos competitividad y más burocracia inútil. Por eso no hay ni habrá escapatoria, según esta doctrina fundamentalista, para nada ni para nadie: vendrán medidas draconianas para reducir el déficit - que para ellos (entiéndanse los mercados y el sector finanzas) es lo prioritario, a fin de acabar con la crisis. Significa esto que todos tendremos que socarnos la faja, consumir menos, reducir la canasta básica, pagar más impuestos y someternos pasivamente a una serie de inevitables y terribles consecuencias si no queremos exponernos a una catástrofe (v{ease como aquí resurge el tema del "miedo" utilizado en el año 2007 por los Arias y los neoliberales para imponer fraudulentamente el TLC). La otra opción es aceptar más reducciones en la calidad y cobertura de los servicios del Estado de Bienestar, así como despidos, rebaja de salarios o tiempos laborales, imposición de la flexibilidad y movilidad laborales, junto a recortes o pérdidas de derechos laborales y otros beneficios adquiridos por los trabajadores (pluses). O bien, hacer que sucedan ambas cosas: elevar los impuestos más encima ejecutar reducciones del gasto fiscal.

Tal es, en síntesis, la retorcida lógica y perversa estrategia que, en medio de contracción económica (el peor de los momentos y escenarios), promueve en todas partes la derecha neoliberal, con sus tecnócratas de alto rango y economistas bien pagados, y con un tinglado de afinados medios de comunicación que replican sus voces. En otras palabras, si deseamos superar la actual crisis nos dicen que en Costa Rica hay que enterrar ya todas las supuestas nefastas herencias del modelo de Estado de la Segunda República socialdemócrata y retornar al Estado Liberal de mercado de la Primera, la oligárquica. Se trata entonces de aprovechar estos momentos de crisis, para generar un gran temor entre la ciudadanía -otra versión mejorada del nefasto "Memorándum del Miedo" de Casas y Sánchez que les funcionó muy bien durante el referéndum del 2007- que la lleve a volcarse masivamente hacia ese entierro, la coloque en posición de recibir una buena "terapia de shock" y la ayude a terminar de tragarse la "revolución neoconservadora" de Reagan-Thatcher iniciada en los años de 1980 y que aún no acaba.

Sin embargo, la verdad y la realidad andan por otro lado, tal como lo iremos explicando aquí.

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