viernes, 8 de abril de 2011

Carta de Ottón Solís a la Embajadora de Estados Unidos en Costa Rica

1 de Abril, 2011






Excma Anne S. Andrew

Embajadora

Estados Unidos de América



Estimada Señora Embajadora:



Reciba un respetuoso saludo de mi parte.



Le escribo, a título personal, a propósito de las revelaciones de los
wikileaks publicadas por el periódico la Nación, donde por escrito en
documentos oficiales los representantes diplomáticos de su país detallan
acciones en las que la Embajada de Estados Unidos ha participado. Le escribo
a partir del convencimiento de que con la llegada del presidente Obama
quedan atrás prácticas que no deben repetirse y llegan personas como usted,
comprometidas con los valores de la democracia.



Nuestra Constitución, herramienta construida por nuestra democracia y sobre
la cual esta se asienta, en su artículo 19 establece que los extranjeros "No
pueden intervenir en los asuntos políticos del país...". Su país se reveló
contra la Corona Inglesa hace casi 240 años, en defensa del principio de que
quienes no eran electos por los colonias no podían interferir en decisiones
que les afectaran ("no taxation without representation"). Si nuestra
Constitución y nuestra democracia no le merecían ningún respeto al ex
Embajador Langdale ni a otros funcionarios de la Embajada, debieron al menos
haber recordado ese extraordinario principio cuando organizaron estrategias
comunicativas a favor del TLC, cuando capacitaron policías y los
transportaron ante manifestaciones contra el TLC, cuando visitaron empresas
para coaccionar a sus empleados por medio del temor para que votaran a favor
del TLC.



Es paradójico que al mismo tiempo que funcionarios de la Embajada en algunos
wikileaks descalificaban nuestra democracia como "disfuncional", estuviesen
avocados a debilitarla y, de ese modo, a convertir su descalificación en
realidad.



Reiteradamente, los funcionarios de la Embajada intervinieron en el debate
nacional y lo hicieron distorsionando la verdad. Por ejemplo, cuando
afirmaron que el TLC no podía ser renegociado y que Estados Unidos
eliminaría los beneficios de la Iniciativa para la Cuenca del Caribe si no
se ratificaba el TLC. Fue en respuesta a esa estrategia promotora del miedo,
que invité a dos distinguidos congresistas de su país para que contestaran
preguntas de la prensa costarricenses sobre esos temas. De ese modo
informaron que los TLC se podían renegociar, como efectivamente ocurrió con
el de Colombia, Perú y Corea del Sur y con el mismo TLC con Centroamérica,
en el cual hasta el último minuto se fueron negociando nuevas condiciones
que ni siquiera se mencionaban en el TLC originalmente firmado. También
informaron que los beneficios de la Iniciativa para la Cuenca del Caribe,
contrario a los beneficios similares otorgados a otros países, eran
permanentes por ley y sólo se podían eliminar por una decisión del Congreso,
el cual jamás castigaría a Costa Rica de esa manera.



Tampoco revela respeto a la democracia costarricense la acción de asustar a
una empresa de cruceros para que no atracara en el puerto de Limón. Ello
causó pérdidas millonarias a muchos empresarios costarricenses, todo con la
maquiavélica intención de desacreditar a Japdeva, una institución del Estado
costarricense, y de esa manera influir en decisiones sobre la privatización
o no de los muelles de Limón, que sólo incumben a nuestro país.



Los gobiernos de Estados Unidos constantemente impulsan guerras para
promover la democracia. Por eso presumimos que los funcionarios de la
Embajada al debilitar nuestra democracia estaban actuando a espaldas de las
políticas de su país. Siendo así, entonces considero que Costa Rica merece
como mínimo una disculpa formal de su Gobierno por esos reiterados actos
contra nuestra soberanía y nuestra democracia.



Sin embargo, después de varias semanas de que se hicieran estas
revelaciones, es evidente que el Gobierno de Costa Rica no intenta
reivindicar nuestra Constitución y elevar las protestas del caso a su
gobierno. Más aún, habrán costarricenses que se sienten complacidos por
algunas de esas acciones. Pero aún esos costarricenses deberían ser capaces
de diferenciar entre sus preferencias en relación, por ejemplo, con el TLC y
la importancia de respetar los principios básicos de la democracia. No tengo
ninguna duda que si, por ejemplo, recursos originados en el gobierno
venezolano se hubiesen utilizado para capacitar en organización de marchas o
para transportar manifestantes, esos mismos costarricenses estuviesen
pegando el grito al cielo, y con toda la razón, por esa antidemocrática
interferencia. Pero también comprendo que hay algunas personas en mi país
que consideran audaz, en lugar de antidemocrático y carente de
transparencia, por ejemplo, el plan fraguado entre la embajada y el gobierno
de Costa Rica para enviar policías civilistas a capacitarse en una base
militar norteamericana evitando comprometer al presidente de la República
por medio del truco del silencio positivo.



Señora Embajadora, muchos latinoamericanos nos sentimos esperanzados con la
llegada del Presidente Obama al poder. Acepté complacido la invitación que
me extendiera el partido Demócrata a su Inauguración. En el frío de ese
enero en Washington sentí la luz que iluminaba el amanecer de relaciones
entre nuestros países basadas en el respeto mutuo. Creo, entonces, que a
raíz de las revelaciones de los wikileaks es imperativo que usted, como
representante del gobierno de Estados Unidos, deje suficientemente claro que
la Administración Obama respeta nuestras tradiciones democráticas, no
condona ese tipo de interferencias y exprese una disculpa a Costa Rica por
las acciones inaceptables reveladas en esos documentos. Así mismo, sería muy
conveniente que quienes participaron en las acciones aquí cuestionadas y que
aún trabajan en la Embajada, regresen a Estados Unidos.



Señora Embajadora, no tenga ninguna duda que gestos en la dirección
solicitada, ayudarían mucho a fortalecer las buenas relaciones entre Estados
Unidos y Costa Rica, las dos democracias más consolidadas del Hemisferio
Occidental.



Atentamente,



Ottón Solís
 
 
 
 
 
Fuente: La Nación

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