lunes, 21 de febrero de 2011

Articulo en Rebelión

Después de Mubarak, ¿qué?
José Merino del Río

La inmensa multitud de la plaza Tahrir festeja el triunfo del pueblo
egipcio, mientras el ejército se hace cargo de la situación y pide a la
gente que regrese a sus casas.

La caída de Mubarak es un gran acontecimiento, como lo fue antes la de Alí
en Tunez. Se abren tiempos de ira y de revuelta en el mundo árabe. Los
regímenes corruptos y dictatoriales tiemblan.

También están en movimiento frenético los gobiernos de Estados Unidos, de la
Unión Europea, de Israel y de las oligarquías petroleras. Tiempos de
agitación e incertidumbre, las cosas no van a ser como antes, pero son las
mismas fuerzas progresistas y socialistas árabes las que advierten que no
hay que bajar la guardia, para evitar que las cosas cambien sin que nada
cambie, ejercicio de gattopardismo en el que las clases dominantes tienen
experiencia y maestría.

Ahora, los neoliberales y los elementos más conservadores del establishment
de Occidente felicitan a los pueblos de Tunez y de Egipto por su triunfo
democrático. Los que han sostenido a estas dictaduras hasta el final, se
suben presurosos al carro de una democracia que nunca apoyaron y en la que
nunca creyeron, por eso aplauden a los generales egipcios para que restauren
la tranquilidad y respeten los intereses geopolíticos del orden neocolonial
impuesto a sangre y fuego en esa estratégica región.

Millones de árabes viven en condiciones infrahumanas de pobreza y falta de
libertad bajo regímenes criminales y corruptos, mientras monarquías y élites
oligárquicas acumulan inmensas fortunas y las ponen a buen recaudo en los
paraísos fiscales tolerados y protegidos por las potencias occidentales.

Poderosos ejércitos y aparatos policiacos, entrenados y supervisados por los
principales gobiernos de la OTAN, consumen los presupuestos que se les roba
a la educación y la salud, y reprimen cualquier intento de crítica o
resistencia. Son los mismos regímenes que traicionan sistemáticamente al
pueblo palestino, y que consideran a las mujeres ciudadanas de tercera
categoría, como en Arabia Saudí, por ejemplo, el principal aliado de los
Estados Unidos en la región, junto al régimen del defenestrado Mubarak.

Pobreza, desigualdad, represión, humillación, falta de democracia, son los
ingredientes que han encendido la mecha de la rebelión que se extiende en el
Magreb y Oriente Próximo. Las potencias occidentales lo saben, pero
justifican el apoyo a las satrapías corruptas ante el temor del avance del
islamismo radical y del terrorismo yihadista. Pura hipocresía. Noam
Chomsky recuerda que Estados Unidos y Gran Bretaña, por ejemplo, apoyaron
tradicionalmente al extremismo islámico frente al nacionalismo secular y a
la izquierda laica; Arabia Saudita, estado islámico fundamentalista, no sólo
es su cercano aliado, sino también centro ideológico del terrorismo
islámico; igual que Pakistán, otro aliado y fuente de terrorismo desde los
tiempos en que Reagan celebraba a la dictadura militar y financiaba a los
talibanes que combatían al gobierno afgano apoyado por la Unión Soviética.

Para frenar a las corrientes nacionalistas y socialistas que luchaban, y lo
siguen haciendo, por la independencia y el desarrollo de sus países, las
potencias occidentales no dudaron en apoyar a las fuerzas islamistas de
naturaleza reaccionaria. Así fue en tiempos de Nasser, cuyo sueño era lograr
un Egipto independiente económicamente y unir a las naciones árabes frente
al imperialismo y al sionismo que fomentaban la división y el inmovilismo
neocolonial. El islamismo radical nunca ha sido el problema de fondo. El
problema de fondo siempre ha sido impedir que las naciones árabes sean
libres e independientes, para que puedan ser dueñas de sus enormes recursos
estratégicos y de su dignidad. Cada vez que un gobierno árabe lo ha
intentado, sus dirigentes han sido derrocados o asesinados. La apuesta de
las potencias occidentales nunca fue por la democracia, sino por el control
de los recursos y de las vías estratégicas, y eso lo garantizaban dictaduras
entreguistas y corruptas.

El futuro de los pueblos árabes no depende entonces de si los gobiernos
serán o no serán de signo islámico. Gobierno islamista o laico no es la
cuestión. Lo fundamental será si los nuevos gobiernos lucharán por la
dignidad e independencia de sus países, sin aceptar ser empleados de ninguna
potencia extranjera; si continuarán con las políticas neoliberales que han
empobrecido a la mayoría de sus pueblos, o emprenderán las reformas
necesarias para abatir tanta injusticia y corrupción; si acabarán con la
represión de las libertades y derechos y apostarán por democracias robustas
con ciudadanías activas y respetadas; si continuarán o no permitiendo que
siga la tremenda injusticia contra el pueblo palestino, en fin, si
contribuirán de verdad a la construcción de una paz justa y duradera en la
región fundamentada en unas nuevas relaciones internacionales y en la lucha
por una nueva arquitectura geopolítica de otro mundo posible en esta
atormentada región.

De momento en Egipto el vacío de poder ha sido ocupado directamente por el
ejército. Un ejército considerado entre los diez más grandes del mundo, con
medio millón de miembros activos y otro medio millón en la reserva, y con un
presupuesto multimillonario alimentado por la ayuda de los Estados Unidos,
que sólo en material militar supera los 1.500 millones de dólares anuales.
Un ejército cuya cúpula siempre se mantuvo cohesionada alrededor de Mubarak,
y al que enviaron finalmente al cubo de la basura, de momento en el retiro
de lujo del balneario de Sharm el Seij, cuando se hizo evidente de que el
pueblo egipcio no iba a ceder en su firme demanda de poner fin al dictador.

Tanto en Egipto como en el resto del mundo árabe se abren grandes
esperanzas, también son grandes las incognitas. La multitud de la plaza
Tahrir simboliza el potencial de una rebelión popular portadora de una
alternativa de justicia y de libertad. La cúpula militar que pretende
canalizar y controlar la transición, representa a quienes obligados a
entregar la cabeza de Mubarak, maniobrarán hasta el final para que nada
cambie en el esquema de dominación y explotación colonial en la región.

Días decisivos por delante, donde las voces solidarias con los pueblos
árabes deben escucharse, frente al griterio hipócrita de esos liberales de
pacotilla, que cada vez que sienten que sus chequeras corren peligro
recurren sin escrúpulos a la dialéctica de las pistolas y de la fuerza.

Presidente del Partido Frente Amplio de Costa Rica


Publicado en:


Rebelión:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=122414&titular=despu%E9s-de-mubarak-%BFqu%E9?-
ElPaís.cr: http://www.elpais.cr/articulos.php?id=41137

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